El viernes 5 de noviembre tocó visitar Boada y madrugar. Había quedado a las 9 de la mañana y salí de casa a las 8:10 y el viaje en sí ya fue toda una experiencia. Había muchísima niebla. Como se suele decir: no se veía un burro a tres pasos.
Al llegar a Boada fuí al Ayuntamiento a hablar con José Luis, resultó una persona extremadamente amable y muy ocupado. Charlamos un rato y se comprometió a revisar todos los datos durante el fin de semana y por la imagen que me dió, el martes tendré el formulario cumplimentado en el e-mail.
Boada es un pueblo pequeño pero muy recogido: la mayoría de los locales importantes están junto a la carretera que la atraviesa: ayuntamiento, iglesia, consultorio médico, residencia de ancianos -que están a punto de inaugurar-, bares, farmacia, supermercado, etc.
No tiene casas muy antiguas y sí bastantes nuevas y de buen gusto. Tampoco les faltan instalaciones de ocio como frontón, piscinas municipales -para el verano, claro- y zona polideportiva.
Me llamó la atención un negocio de restauración de muebles que dispone de una tienda llena de todo tipo de antigüedades y almonedas.
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